25 años tras la partida de Eleodoro Rodríguez Matte
Recordamos una columna conmemorativa, escrita por el Productor Ejecutivo de REC, Mario Boada, en el diario "La Tercera" el viernes 24 de julio de 1998.
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Un Legado y un Desafío
En los últimos días, con motivo del fallecimiento de don Eleodoro Rodríguez Matte, se ha escrito y se ha hablado más sobre su personalidad que en las casi tres décadas pasadas que tuvo a su cargo la dirección ejecutiva de canal 13.
Era ya una costumbre que don Eleodoro diera una entrevista a la prensa una vez al año con ocasión del aniversario institucional. En la misma época -marcada por el 21 de agosto, fecha de inicio oficial de las operaciones del canal de televisión de la Pontificia Universidad Católica- entregaba frente a las autoridades y a los trabajadores su cuenta anual con voz pausada y siempre serena. Las realizaciones que mostraba año a año parecían ser algo que consideraba simplemente un deber. Los anuncios grandilocuentes, las promesas, las grandes metas, no tenían cabida en esos discursos. Al escucharlo, era tan natural tener la sensación de logros y de satisfacción permanente, que tal vez no dejaba entrever los enormes esfuerzos que había detrás de su gestión.
Seguramente, a la mayoría de los lectores, auditores y televidentes les llamó la atención durante la última semana la coincidencia en los juicios y comentarios de tanta gente que tuvo palabras espontáneas en los momentos de su despedida.
Para quienes no conocieron personalmente a don Eleodoro, baste decir que el retrato que se dibujó en los medios de comunicación es certero y fidedigno.
Para quienes tuvimos el privilegio de trabajar bajo su dirección, queda el legado y un desafío de un hombre notable que abrió caminos marcados por estímulos y ejemplos. Solamente había que seguir las señales para cumplir con los objetivos del quehacer diario, tan complejo, de una televisión católica y universitaria que -al mismo tiempo- debía enfrentar las demandas de una industria crecientemente competitiva.
La obra de don Eleodoro es tan maciza, tan evidente, tan señera, que hace innecesarias más palabras. Sólo quiero recordar en estas líneas un caso -entre cientos- que confirman la estatura de su obra.
Durante la década de los años ’80 tuve un segundo privilegio: integrar el equipo periodístico que formó Hernán Olguín para mostrar en Chile el mundo de los avances científicos. En las grabaciones de innumerables reportajes en los principales centros médicos y de investigación de distintos países, siempre aparecían los mismos reporteros, los enviados especiales de la BBC de Londres, la televisión australiana, los canadienses, los alemanes y -para sorpresa muy común de importantes entrevistados-, en el medio de los grandes de la televisión mundial, Canal 13 de Chile.
Hay otros ejemplos de programas perfectamente conocidos por su aporte a la educación, a la música, al teatro, al ballet, a la política, a la ecología, y mucho más.
Claro que en toda realización humana puede haber trizaduras, debilidades y errores. En buena hora, para acordarnos de que la perfección no es terrenal. Lo que no es de buen gusto es fijarse sólo en los detalles, en las imperfecciones y dejar de ver la obra mayor. Una cosa es buscar permanentemente la excelencia y otra muy distinta es quedarse atrapado en la crítica puntual y circunstancial.
En un medio de comunicación que emite largas horas de programación no cabe duda de que pueden encontrarse espacios más o menos creativos, más o menos pulcros y más o menos cercanos a una televisión ideal para un país como el nuestro.
En momentos cuando Canal 13 cierra una etapa de su historia es importante conservar las raíces y los valores que permitieron el excepcional legado de un pionero. También tiene sentido soñar con un desafío para continuar el desarrollo de una televisión que adquiere nuevas características, justamente en las puertas del siglo XXI.