Día Internacional de la Jueza: Sin paridad, no hay justicia

Día Internacional de la Jueza: Sin paridad, no hay justicia
 

Por Susan Sepulveda y Veronica Vymazal Bascope

Cuando en el imaginario colectivo se piensa en las juezas, se instala la idea de una mujer con un poder sin contrapeso, que lo ejerce de la misma forma y en las mismas condiciones que un hombre. En ese imaginario desaparece la mujer y sólo se ve el cargo. ¿Pero acaso ser jueza es un puesto desprovisto de su género?

El último Informe sobre paridad de género en el Poder Judicial chileno (2022) concluye que «las mujeres son mayoría en prácticamente todas las categorías analizadas, incluidas las judicaturas de primera instancia, en donde son un 20% más que los varones. No obstante lo anterior, las principales brechas de género se mantienen en el acceso a los cargos de mayor jerarquía: jefaturas y ministras, tanto de Corte de Apelaciones como de la Corte Suprema».

Estos datos son elocuentes de la realidad, pero no explican por sí solos las limitantes que afectan a las juezas en sus carreras ni qué razones les impiden acceder a cargos de mayor responsabilidad en un plano de igualdad con los varones.

En julio de 2016 la Corte Suprema creó la Secretaría Técnica de Igualdad de Género y No Discriminación, y en febrero de 2018 aprobó la Política de Género y No Discriminación cuyos ejes son: no discriminación de género, enfoque de género en el acceso a la justicia, no violencia de género y capacitación. 

Existen, sin embargo, prácticas y normas instauradas que no se explican directamente desde la jerarquía: aquellas derivadas de la cultura patriarcal, como el acoso sexual o la discriminación por maternidad, entre otras. Esta cultura machista se extiende bidireccionalmente, hacia adentro y hacia afuera, lo que además de perjudicar a diario a sus integrantes, se proyecta hacia las y los justiciables, por la falta de incorporación de la perspectiva de género en las decisiones que les afectan.

Siguiendo a Mary Beard, como no es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina y que así se manifiesta, lo que hay que hacer es cambiar la estructura, partiendo por la eliminación de la jerarquía como primer y gran cambio fundamental.

Luego debiera instarse por la paridad como eje rector del Poder Judicial, que «no se reduce a una política de la presencia, a una equivalencia numérica entre hombres y mujeres, sino que tiene como propósito un reparto equilibrado de poder social entre unos y otras» como planteó la profesora Yanira Zúñiga ante la Convención Constitucional. En el inicio de un nuevo proceso constituyente —con las lecciones y aprendizajes del anterior— se abre una enorme oportunidad para acortar las brechas que persisten, y rescatar los consensos y acuerdos en torno a aquellos nudos críticos identificados en materia de diseño y funcionamiento de los órganos jurisdiccionales —cuya transversalidad obliga a considerar tales reflexiones con seriedad—, si no se quiere devaluar y retrotraer el debate a estadios muy anteriores, que encuentran en la jerarquía terreno fértil para perpetuar la desigualdad.