Irreversible

Nadie sabe realmente quién está a nuestro lado
Impacto total

7 impactantes casos de chilenos que se convirtieron en asesinos

Por: Eduardo Aguilera
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Este lunes llega a las pantallas de Canal 13 “Irreversible”, programa que narrará historias criminales aterradoramente cotidianas.

“Cualquiera puede ser un asesino, incluso usted”. Esa frase marca el primer spot promocional del espacio que marca el regreso de Carlos Pinto a la televisión. Se trata de un formato que lo acomoda, ya que tiene una temática con la cual brilló por años en la pantalla chica.

“Irreversible” se llama el programa que encabeza Pinto y que contará diversas historias de crímenes nacionales que surgen en situaciones sumamente cotidianas.

Miren a su alrededor ¿Se sienten seguros? ¿Se sienten tranquilos? Quizás no deberían, porque eso que llaman seguridad es una sensación. Nadie está a salvo, nadie está fuera de peligro, nadie realmente sabe a qué persona tenemos a nuestro lado”. Eso es parte de lo que dice Carlos en el clip, dando cuenta de lo que será esta nueva aventura televisiva.

Debido al próximo estreno de “Irreversible”, te contamos 7 casos de chilenos que –por diversas razones- se convirtieron en asesinos.

La cocinera de Molina

A seis años de cárcel fue condenada Rossana Valdés Caro, una mujer de la comuna de Molina que el 5 de abril del 2014 mató a su pareja de un disparo y luego cercenó sus extremidades para cocinarlas en una olla de 50 litros. Según la imputada, el sujeto le robó 5 millones de pesos, los cuales gastó en mujeres y alcohol. Rossana indicó que hirvió a su ex porque había visto en diferentes películas que así no se derramaría tanta sangre.  

 

El descuartizador de Cañete

Víctor Águila Nápoli, más conocido como “El Nápoli”, asesinó de un disparo en la cabeza a su amigo Rubén Villagra Arias por celos. Asimismo, luego de matarlo, quemó su cuerpo y lo descuartizó. Además, con la mano derecha de su víctima hizo una pipa para fumar pasta base. Fue condenado a 20 años de presidio mayor en su grado máximo.

 

Tragedia en Melipilla

Los celos también desataron el instinto asesino en este caso. Tras encontrar mails amorosos entre su esposa y otro hombre, Jorge Tapia Jopia –un ingeniero informático de Melipilla- le disparó en 10 ocasiones a su mujer, identificada como Ana Silva Henríquez. Con la misma arma mató a sus hijos Mariela y Felipe, de 9 y 7 años, respectivamente. Tras cometer esos crímenes, subió al entretecho de su casa y se suicidó. 

 

El caso de Ema Pinto

Impacto provocó en todo el país la muerte de Marcela Casanueva Labra, asesora del Ministerio de Vivienda y Urbanismo que fue degollada el 24 de julio de 1998 por otra mujer llamada Ema Pinto. La asesina habría actuado por una supuesta infidelidad de su marido con la víctima. En septiembre de 1999, mientras estaba internada en el Centro de Orientación Femenina, Ema se suicidó. Nunca reconoció su responsabilidad en el crimen.

 

Crimen en Panguipulli

Se trató de una discusión que se salió de control. El 8 de julio del 2013, Benjamín Coronado estaba bebiendo junto a su tío, José Tavia Catrimilla, en la comuna de Panguipulli. Una discusión entre ambos provocó que el primero atacara al segundo con un cuchillo, el cual enterró en su cara. A eso se sumaron otras agresiones que terminaron con la muerte de Tavia: lo hirió con un tenedor en varias partes de su cuerpo y lo remató con un golpe en la cabeza.

 

El chacal de Nahueltoro

Es uno de los casos emblemáticos de la historia policial chilena. El 20 de agosto de 1960, Jorge Valenzuela Torres discutió por dinero con su pareja, Rosa Rivas, pelea que terminó con el primero asesinado a la segunda con una guadaña. Posteriormente, el sujeto mató a los 5 hijos de la mujer. Aunque huyó, Jorge fue finalmente arrestado y sentenciado a muerte. El 30 de abril de 1963 fue fusilado en la cárcel de Chillán.

 

Parricidio en Temuco

Se aburrió del ruido. El 30 de enero del 2014 Henry Aravena Fernández reaccionó de la peor manera con su padre, a quien mató pegándole varios golpes con un martillo en la cabeza. Esto debido a la molestia que le provocaba los trabajos que su progenitor realizaba en el patio de la casa, ubicada en Temuco. Según la madre del victimario, éste padecía de una esquizofrenia no tratada y era drogadicto.

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