Proviene de una familia numerosa, alegre pero con muchos problemas económicos. Un amigo le dijo que Chile era el paraíso terrenal, un lugar donde se pueden realizar los sueños y llevarlos más allá. Alexander no dudó en dejarlo todo y partir. Pero cuando llegó la situación a la que se enfrentó era diametralmente opuesta.
No encontró trabajo, no tenía donde dormir y lo rechazaban en todas partes por su color de piel. Encontró que el país era aburrido, clasista, xenófobo, etc. Aun así, no se echó a morir. Llegó a casa de Betsy donde ella a pesar de no admitir hombres, le arrienda una pieza hasta que encuentre otro alojamiento. Betsy logrará encontrarle trabajo como repartidor en la panadería y dejará que instale en su living un sillón de peluquería, donde atenderá mayoritariamente a mujeres.