Yo soy Betty, la fea

Historia

Para Betty nada ha sido fácil en la vida

Por: Christian García
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Mientras sus conocidas del barrio se dedicaban a conocer las discotecas de moda y a aventurar en el amor, Betty dedicó todo su tiempo a estudiar y a prepararse para triunfar como profesional pero no por gusto, sino porque era tan poco agraciada que los hombres nunca se acercaban a ella para invitarla a salir y el que lo hizo y fue su novio por pocos días, la abandonó dejándole un trauma peor que el de la falta de belleza.

Betty se acostumbró a la idea de quedarse solterona y sus mayores satisfacciones eran agradar a su padre, un hombre bastante exigente y sobreprotector y ser la alumna más brillante de la universidad. Sin embargo, todo cambió cuando entró a trabajar a Ecomoda, una de las empresas de confección más grande del país y donde conoció a Armando Mendoza, el hombre del que se enamoró.

Era tal su afán por conseguir trabajo que aceptó trabajar como su secretaria, a pesar de que por sus títulos -economista con posgrado en finanzas- merecía un cargo ejecutivo. Pero ella sabía que por ser fea las cosas no iban a ser fáciles, así que decidió empezar por abajo e ir escalando posiciones.

Pero la verdad es que Betty comenzó más abajo de lo que cualquiera lo hubiera hecho, porque encima de que no podía aspirar a ser más que la secretaria del presidente de la compañía, tenía que aguantarse trabajar en un oscuro y solitario desván mientras una hermosa mujer se sentaba en la recepción de la presidencia. Todo por ser muy fea. A Betty, sin embargo, no le importaba pues no dejaba de soñar con Armando, el atractivo ejecutivo que había heredado la presidencia de la compañía de manos de su padre y quien estaba segura nunca se fijaría en ella, más sabiendo que él estaba rodeado de hermosas modelos que estaban dispuestas a entregarle todo. Ella lo sabía mejor que nadie porque incluso le manejaba la agenda de citas clandestinas y lo encubría ante su novia, Marcela Valencia, una sofisticada diseñadora de modas que la despreciaba.

Betty nunca había tenido amigas pues a ninguna de sus compañeras y vecinas le interesaba que la asociaran con un ser tan desaliñado y feo. Sin embargo, en Ecomoda se identifica con otras mujeres que, como ella, habían sido relegadas por no ser bellas. Eran, según Hugo Lombardi, el diseñador de la empresa, “el cuartel de las feas”, pero aunque con ellas se sentía identificada, Betty sabía que era la más desafortunada de todas, pues la mayoría de las reclutas del cuartel estaban casadas, ennoviadas, separadas o viudas. Ella en cambio no tenía a nadie. No obstante, parece que la vida le dará a Betty la oportunidad que estaba esperando y gracias a su inteligencia y a un desengaño le demostrará a todos que es una mujer digna de ser amada por cualquier hombre.

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